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sábado, 22 de octubre de 2011

Code geass/fem!Luciano, Suzaku y Gino/Rating T.


01.Blut.Tabla 4.10_prompts (traducida al alemán).

De un modo u otro

-No tome mi vida, por favor. Estoy dispuesta a entregarle mi cuerpo.
Al ver que Luciana Bradley se rendía tan fácilmente -temblorosa y encogida en un rincón de la celda, tan ajena a su desafiante y agresiva naturaleza- a uno de los miembros de la Rebelión Negra, Suzaku desvió la vista resignado y Gino comenzó a insultar a diestra y siniestra, sacudiéndose contra las rejas.
El hombre, con la lengua afuera y los ojos desorbitados por la lujuria, la admiró desprendida del uniforme. Dejó de sostener una de sus armas para prestarle atención a aquella con la que fue investido cuando nació y ese fue el peor de sus errores. El último que cometería.
Suzaku Kururugi sabía que Luciana Bradley podía destruír a un ser humano igual que el cañón del Percival un edificio. Es solo que ignoraba que sus habilidades podían seguír siendo extremadamente agudas incluso con sus manos atadas tras la espalda. Fantástico, otra advertencia ganada por su subconsciente, en caso de que el Geass necesitara defenderse de ella.
Con lo que sucedió a continuación del descuido del guardia, Suzaku fue el que se quedó con la mirada horrorizada en dirección a la espantosa escena y Gino el que tuvo que cerrar los ojos. De todos modos se hicieron oír los ruidos de huesos rotos y músculos pateados. La sangre al derramarse, los quejidos del hombre que pronto era más una cosa destrozada que una persona moribunda. Muerta. Luciana, una reina de corazones con los pechos descubiertos y embebidos en rojo, se carcajeaba, dándose vuelta ágilmente sobre los restos de su torpe contrincante para sacarle las llaves de sus primitivas esposas de la línea del cinturón, manchada con las vísceras que sobresalían del estómago abierto. Los tacones bien utilizados pueden ser armas mortales, después de todo.
-Oh, Luciana va a sacarnos de aquí también, ¿verdad?-comentó Gino, admirado y herido, enfermo e intentando mantenerse erguido y de pie, con la cabeza apoyada contra las rejas, mientras que Bradley salía al pasillo de los prisioneros para ejecución (vacío, sin delatores potenciales, por suerte) con aire triunfal, arreglándose el uniforme o al menos cubriéndose la obscena piel embarrada en sangre. Suzaku supuso que con lo impresionable que era Gino para un piloto del Imperio Británico, no sería extraño que estuviera alucinando a estas alturas. ¿Por qué más habría dicho eso?
Luciana los observó como si fuera la primera vez en la que notaba que ellos estaban ahí. Abrió los ojos colmándose de ambos. Y luego se echó a reír estruendosamente, como una bruja y sus ágiles piernas echaron a correr en un salto hacia la puerta de salida.
-A puesto a que...va a volver tarde o temprano.
Suzaku no esperó por ella, desde luego. Y cuando el palacio fue destruído y se las arreglaron para escapar antes de que la estructura los aplastara (recesos de la danza mortífera del Percival), no le dio las gracias a Bradley y no lo haría ni en un millón de años. Quizás era una mujer (Suzaku había acabado por decidir que no podía tener un sexo, pues no era humana) pero eso no la hacía mejor a la hora de pasarse de la raya.

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