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viernes, 12 de agosto de 2011

Code geass/Dorothea x Guinevere, slight Schneizel x Guinevere, Carline, Suzaku, otros/Rating T.

08.Reales. Tabla de números. Reto diario.
Medidas drásticas

Guinevere se consideraba una mujer fuerte. Quizás no con la misma violencia que Cornelia, pero enaltecía su espíritu y eso era bastante como para que sus órdenes se obedecieran sin las vacilaciones que asaltaban a quienes seguían las de Clovis o el Conde Maldini.
-Ahora el Emperador ha decretado que eres igual que nosotras e incluso menos.
Pero no hay mucho que hacer contra un montón de criadas fuera de lugar que finalmente saborean la venganza contra un cuerpo que ya no le obedece pero que orquestó con sus manos el sufrimiento en la exigencia que las azotó alguna vez.
En el pasillo oscuro la golpearon, la despeinaron, le arrancaron los escasos adornos que mantenía, le subieron el vestido, rayaron sus medias, rieron y ella sangró…
-¡¿Qué están haciendo?!
Veloz como un rayo, feroz como un jaguar. Siempre admiró eso de ella. Desde que Guinevere la observara entrenar en las gradas de la Academia desde los ventanales de la Iglesia en la que practicaba con el coro. Dorothea, el camino esmeralda a la Tierra de Oz, brillante y decidido en sus ojos. Un regalo de su padre, inclinándose sobre ella para ayudarla a levantarse.
Una por una las abofeteó hasta que cayeron al suelo junto a la que fue su señora. Guinevere se arrodilló. Era una muñeca de la orden de Lelouch, que en el fondo mordía su odio con las palabras que no le llegaban a la boca que sangraba.
-Tienen razón. El Emperador ha dicho…-su tobillo torcido no le dejó ponerse en pie y Dorothea la cargó antes de que terminara de protestar, emprendiendo la marcha hacia el que fue su cuarto.
Cerró la puerta pateándola y arrojó a Guinevere con suavidad en la cama, antes de comenzar a desabotonarse la chaqueta del uniforme blanco.
-Ahora comparto el ambiente con…-no pueden allí. No en ese instante.
-He mandado a que fusilen a esos plebeyos creídos. Podrá haber un demente en el trono, pero es cuestión de tiempo, princesa.
Las mejillas de Guinevere se encendieron, pero la muñeca de Lelouch gritó, aferrando el cubrecamas en el que sus doncellas habían dormido la noche anterior.
-¡¿Qué insinúa, lady Ernst?!
Terror en la muñeca, pero la verdadera princesa canta.
Dorothea le cubre la boca con un guante que se ha sacado usando los dientes, la besa en los labios abiertos, le lame la mejilla herida y hace jirones con las manos el vestido que tanto la humilla. La muñeca no grita ni cuando separan sus piernas, Guinevere ata cabos sueltos y está efervescente. Aunque su mente esté sometida, ese cuerpo recuerda a Dorothea, a penas y forcejea hasta que la debilidad del contacto lo vence.
-Para mí, Britania es usted, princesa. Siempre lo ha sido. Voy a protegerla y darle gloria, como juré hacerlo.
¿No era ante Guinevere que lady Ernst se inclinaba cuando no le daba instrucciones el Emperador o Lord Waldstein? ¿No traía las armas y los distintivos de las rebeliones a sus pies frente a sus celosas hermanas, para que le sonriera encantada? ¿No bailaban juntas un vals cada vez que había una fiesta en el palacio y no quebró ella el compromiso con su primo cuando supo que Guinevere, adolescente pocos años antes, se encerró a llorar enferma al oír la noticia?
-Si hay un Dios, que me maldiga, porque mi honor se ha comprometido al verla vestida como una sirvienta. Es toda una cenicienta, princesa Guinevere, pero necesita un guerrero fiel, no solo un príncipe.-esas palabras resonaron en los oídos de Guinevere, mientras que Dorothea juntaba en el calor los cuerpos de las dos, haciendo que jadearan, una a través de la mordaza, la otra sobriamente como quizás lo hacían los hombres. Guinevere nunca probó uno, no sabría decirlo. Ninguno imaginaba a la altura de su padre o tan dulce como su fuerte y leal Dorothy.
-Confío en nuestra victoria, princesa, pero ni con esa seguridad arriesgaría vuestra sangre real. He preparado a dos hombres de confianza para que la escolten en compañía de la joven Carline a una de mis propiedades en las afueras.
Dorothy le clavaba los ojos, le sujetaba las mejillas.
-Pero el Emperador…
La cuarta Caballero sacudió la cabeza, como si algo le molestara y no Guinevere.
-Puede hacer tareas domésticas allí.
Perfecta lógica para engañar al demonio dentro de ella, puesto por Lelouch. Eres tan inteligente, Dorothy.
Se besaron de nuevo, convencidas de que se verían luego.
Guinevere no tendría derecho a ir ni a arrodillarse a su tumba, porque no le darían una. Los mausoleos de los nobles fueron destruídos. Los restos de Ernst fueron enviados a un crematorio público, desvanecidos y despachados junto con los de mendigos y ex presidiarios.
Quizás ese fue el detonante. No pudo levantarse de la cama que le prepararon durante dos días y cuando finalmente lo hizo, estaba afiebrada por el Geass, del que le había hablado Carline, más en contacto con la corte entrada en la clandestinidad que ella.
No podían moverse por sí mismas, pero si recibían visitas y si se amordazaban, les era posible escuchar, luchando por sus impulsos de delatar a gritos a aquellos traidores, que en verdad eran sus aliados.
Se le ocurrió una idea frente al espejo, en el que le miraba una muchacha destruída, sin pasado ni futuro, ya no princesa más que por nombre, pero en definitiva, una que no volvería a ser mucama del asesino de Dorothy. La voz omnipotente de Lelouch le pedía respetos que las otras pequeñas voces de sus virtudes adormecidas combatían torpemente. Tardó varias horas frente al reflejo, obligándose netamente a permanecer, ignorando los llamados de los fieles sirvientes de la difunta y mal velada lady Ernst.
Guinevere su Britania tomó una daga que guardaba para la peor circunstancia en su momento, que por creces había sido superada y dirigió la punta al iris de su ojo derecho, que le ardía en fuego rojo, empujándola hacia el blanco de la inconsciencia en la que se movía sin voluntad alguna, tal y como las muñecas de Carline hablaban mientras que esta las torturaba dulcemente. Cuando podía jugar.
***
Bueno, ya no puede saber a qué mano de diseñador o período pertenecen las antigüedades que palpa con las manos, pero al menos está aprendiendo a distinguir voces de sopranos. Negro, negro. Negro el cabello de Dorothy. Es cuando llega Schneizel a sentarse frente a ella, a agarrarle esas manos. Lo ha mandado a llamar con las claves que se usan, con los secretos que se transfieren con sirvientes que no han sido transformados en esclavos y que aún saben quiénes son sus señores, especialmente ahora que Lelouch se ha mostrado como el demonio que es.
-¿Estás ciega, querida hermana? No te preocupes. Lo arreglaré, por ti y Carline. En agradecimiento por haber descubierto una forma de escapar a la maldición.
Una suave beso en los labios que no rechaza, pero Guinevere desearía que fuera de otra persona.
***
-Extraño nuestros ojos.
-Los ojos de nuestro padre, querrás decir. Bueno, confieso que eran más exóticos pero también estaban esclavizados.
-Ahora que no hay Lelouch, seríamos libres.
-Algo más importante, Carline: deséale suerte a Schneizel. Un beso en la mejilla estará bien.
-Me da asco besar a mi hermano. ¿Y si me quedo embarazada de él?
-…Carline, tuviste las mejores institutrices. ¿No sabes nada de anatomía humana y reproducción?
-No me dieron esas lecciones. Estaba ocupada mandando tropas para terminar de someter el Área 5.
Guinevere suspira, con las manos a lados del rostro de Schneizel, tendido sobre la mesa de operaciones, ya sedado para la abducción pero aún no tanto como para no oírlos, las muñecas sujetas a la superficie de metal por correas. En realidad no hay mucho que temer. El tonto de Kururugi no le ha ordenado que no lo secuestren cuando no está siguiendo sus instrucciones. De todos modos…
-Sin Schneizel, puedes acostumbrarte a ver a Nunnally sentada en el trono que bien debiera ser tuyo o mío.
-…de acuerdo. Pero…si me quedo embarazada de él, ¿podemos sacar el feto de mi estómago y metérselo a Nunnally para que tenga un hijo tonto y deforme en mi lugar?
Guinevere nunca notó lo mucho que le irritaba Carline hasta que cayeron en desgracia. Compartir habitación y a veces, humilde carreta en huídas, le dio una perspectiva de su media hermana, que bailes y fiestas de caridad no le otorgaron.
-Veremos.-aseguró con un tono que dejaba lugar a dudas y pucheros.
***
-No me dejaste violar a Nunnally. Tuve que besar a Schneizel y ahora tampoco puedo cortarle el pene a Kururugi.
¿La princesa…Carline? Suzaku pensó que se había refugiado con amigos del viejo régimen, sin voz suficiente para oponerse al tablero fijado por Lelouch.
-Una señorita no debería ni conocer terminologías tan bajas. Y mucho menos una heredera al trono.
-El rey va a ser Schneizel.
-Quizás. En él confiamos. Pero puede que elija a una de nosotras para representarlo.
-Yo quiero ser una reina de verdad o que no me pidan que haga nada. Y que me devuelvan mis Áreas. Tú tienes teatros y exposiciones aquí, ¿qué hay de mí?
La otra voz, más grave y experimentada en sus reproches ligeros, como si por debajo de ellos hubiera una alegría extenuante al contemplarlo, todavía demasiado drogado para dejar de ver borroso, se le figuró de inmediato como la de Guinevere su Britania. Había asentido ante ella montones de veces, jurándole que haría lo imposible por conquistar las ciudades indicadas SIN derrumbar los monumentos que enmarcaran un período o fuesen la pieza indispensable para trazar la trayectoria de un escultor o pintor de sus preferidos, pese a la nacionalidad.
-Lord Kururugi, ya puede oírme, ¿verdad? Pues bien, seré lo último a lo cual preste atención antes de sumergirse en el sueño lúcido de la criogenia. Con esto he de vengar la memoria de mi padre, hermanos y Caballeros caídos por vuestra vil mano, al convertir en esclavos a tantos jóvenes que tenían brillantes destinos en el Imperio original. Aunque personalmente piense que es poco…
-Yo quería violarlo. Y a Nunnally.
-¡Carline! ¿Qué te he dicho de esa palabra?
-Que en tu caso no se aplica, debido a que querías mucho a esa Dorothea Ernst.
(el discurso de Guinevere fue interrumpido por una breve persecución alrededor de la cámara de suspensión en frío, donde Kururugi Suzaku, actualmente casi siempre Zero, yacía maniatado)
-Mi punto es, Lord Kururugi, que tememos los resultados en caso de que atentemos contra vuestra vida. Así que hemos optado por una alternativa inteligente, dejándoles la decisión de ejecutarle o no a las generaciones venideras, que aprenderán a enfrentarse a los temibles poderes del que fue el Emperador Demonio.
No escuchó mucho más. El sueño lo invadió de repente, en tanto la cámara comenzaba a llenarse de humo azul. Había leído sobre esa práctica, pero durante el instante de consciencia que precedió su última maldición silenciosa, no alcanzó a analizar en profundidad la desgracia que lo abatió y con él, el tesoro que Lelouch le encargó antes de partir a una muerte que merecía, sin que pudiera llamarse a eso justicia alguna, porque si lo que acabó en sus manos fue un ruiseñor que si tuvo dientes de lobo para destrozar el cuello de la dulce Euphemia, fue en otros tiempos, en otra vida, en un Universo distante y ajeno a ambos.
-No sé en qué estaba pensando cuando dejé a Nunnally a tu cargo.
Lelouch ocupando el lugar de su media hermana mayor, con los brazos cruzados, tan joven como el día en que se supone que murió en brazos de Lord Zero.
Suzaku, a penas recobrando la consciencia, se traga todas las preguntas que lo rondan como animales hambrientos: ¿Qué haces aquí? ¿Cuánto tiempo he estado en criogenia? ¿A dónde fuiste tras el Réquiem? ¿Y C.C.?
No parece un fantasma pero está ofendido y tiene todas las razones para ello, por lo que es igual que en la Espada de Akasha: Lelouch mintió, pero Suzaku no cumplió con su parte, ¿qué reproches puede hacer, por mucho que le pese? Pocos. Habrá tiempo para eso luego.
-¿Dónde está Nunnally?
Eso sí que es imperioso. Lo primero que deja sus labios levemente entumecidos. Lelouch jadea acentuando la indignación de sus facciones.
-Donde debe estar, teniendo en cuenta que te metieron aquí hace doscientos años.
Suzaku se hunde en el nicho metálico, su cabeza dando vueltas, cuando una risa familiar lo regresa a la superficie de su consciencia. Delicada pero nunca débil. Dulce, nunca hipoglucémica. Alegre pero nunca despreocupada. Lo pregunta primero con los ojos que escudriñan el borde de la cápsula y entonces la encuentra parada en el linde metálico de la habitación gris. Está más alta, sus piernas son casi tan largas como las de Lelouch y es obvio que ambos son realeza, por el porte divertido y frívolo que ofrece el hermano menor, por la ternura con la que se entibiecen las aristas de los ojos de…
-¡Nunnally!-susurra sin aire, aliviado hasta las lágrimas, olvidándose por completo de sí mismo, mientras que Lelouch sacude la cabeza y se inclina sobre él para hackear la contraseña de las esposas.
-¡Tanto tiempo, Suzaku! Hermanito, ¿le has jugado una broma cruel? Está muy pálido.
Lelouch deja escapar una risa leve, que trae en seguida los meses felices de Ashford a la bandeja de entrada y disuelven un tanto esa mala pasada, que de repente luce inofensiva en su ligera malicia. Suzaku, que aprendió a sentir lo mismo que Lelouch, a adivinar sus pensamientos cuando eran simples estudiantes, a meterse en el disfraz con el mismo aire desafiante de Zero, puede saber que el juego no está exento de cierto reproche. Si lo que las princesas han dicho fue cierto y hubo un derrocamiento, ¿no ha sido sino la suerte lo que protegió a Nunnally, gracias a una mentira de su hermano y la ingenuidad de su heredero?
-De acuerdo, Suzaku. Dos años en criogenia. De todos modos, tendrás problemas con tus articulaciones al principio.
Quizás por eso le toma las manos y lo impulsa a sentarse con el mismo cuidado que Suzaku observó en su momento, colmando los cuidados para con su hermana menor.
-C.C. está vigilando el perímetro. No es como cuando tenía montones de subordinados a mi servicio, pero puedo jactarme de que funciona…
La idea de que la escena sea tan redonda, perfecta y confortable acaba por cubrir con una sombra el corazón de Suzaku, pero no dice nada que amenace romper el hechizo en el que tratan de hacerlo caer. También son sombras.
***
-Su actividad cerebral se mantiene latente.
Guinevere entiende que con eso se refieren a que Kururugi Suzaku sueña en su estado de congelación. No oye sus insultos ni comentarios venenosos al sentarse en la cápsula, entre deprimida y resentida, en el único lugar donde Cornelia no irá a buscarla para tratar de intimidarla otra vez, en favor de Nunnally, que con o sin Zero sigue siendo un símbolo del Renacimiento de Britania, especialmente ahora que se supone que vuelva a ser lo de antes. Guinevere se pregunta si no es ella la que debería dormir, soñando con un mundo parecido al que se destrozó y que no puede volver a edificarse sin disponer de siglos para acumular sangre, sudor y lágrimas. Uno con lady Ernst, en el que no haya peligros de mal gusto que sortear. ¿Simple? Ni siquiera su padre era inmortal.


martes, 9 de agosto de 2011

Fruits basket/Momiji centric, su madre y otros/Rating K+.

01.Tabú. Tabla Random 6. Misión insana.
Nota:Dedicado a Veji. <3

Wiedergeburt

Su padre le ha dicho que no espíe a su madre, que es un mal hábito, pero la verdad es que ella nunca lo descubrirá: haría lo imposible para que Momiji desapareciera y prefiere ignorar sus suaves pasos en el suelo, si es que los oye, porque él es muy cuidadoso. No desea oírla gritar y llorar hasta desmayarse como sucede cada vez que lo vé. En realidad, Momiji no sabe si lo dice por ella, que se altera tan fácilmente o por él, que si fuera más frágil, si la quisiera menos, sería herido por sus palabras, que no se miden en el disgusto.

(Más tarde sospechará que su padre temía que ella hiciera algo extremo, consigo misma o con Momiji, pero será tarde, a destiempo e inútil pensamiento entre nubes lejanas como el recuerdo de su perfume)

-¿No quieres despedirte de él?

-Que lo cuide mi marido. Es su culpa que yo tenga que cargar con esta maldición. La de parir a un engendro.

Hatori procede a borrar su memoria. Él sí que lo ha visto, por el rabillo de su ojo entonces sano. Momiji intenta sonreírle por la puerta entreabierta, volviéndose hacia el pasillo sigilosamente. Cuando los recuerdos de su madre se desvanecen como alcohol en una botella destapada, un aire frío en ráfaga llega desde la habitación en la que están ellos y lo despeina, ocultando con su flequillo, una lágrima.

***

Las mucamas son dulces con él. Lo llenan de mimos, le dan galletas que le hornean, lo dejan visitar a su papá cuando su mamá no está cerca y a ella le aburre tanto la corporación, que puede ir casi cuando quiera, en tanto diga que es solo un sobrino más y no le hable mucho, porque podría descubrir que tienen el mismo acento y que se parecen mucho físicamente. Por eso Momiji usa una gorra y sale corriendo, saltando entre risas fingidas e histéricas si la ve llegar.

***

"Quizás ella no ha olvidado. Tal vez me ve de lejos y piensa en mí sin saberlo. Puede que le guste, que se pregunte si de tener un hijo, sería tan bonito como yo. Tan dulce, tan tierno y abrazable. Tan bello el engend..."

Se aprieta las uñas contra la palma.

"Basta. Nadie va a quererte nunca de verdad si te portas así, si dices cosas feas, incluso a ti mismo."

Una pelota. Patearla. Gol. Ser aplaudido por las mucamas, Kyo que se la devuelve dejándole una marca roja en el medio de la cara, Akito elogiándolo, de pie también.

***

Ella tiene los cabellos cortos ahora y parece feliz. Se va de compras casi todos los días. Momiji puede verla a veces, siguiéndola dos o tres negocios hacia atrás. Mira la ropa de recién nacidos. Abraza la asexuada. Blanca y amarilla.

***

-¿Papá?

Él está ocupado con su papeleo, pero lo mira por encima del escritorio, llevándose los anteojos al puente de la nariz.

-¿Si, Momiji?

-¿Le harías un nuevo hijo a mamá?

Se ganó una reprimenda.

***

La Navidad es importante para los Souma que están malditos. Incluso ellos tienen su fiesta privada a la que deben asistir. Menos el gato, pero está convidado al banquete y Akito se enfadaría si no estuviera ahí en su jaula como debe ser.

Su padre no puede ir tampoco. Porque no es del Zodíaco y porque tiene que pasar Navidad con su esposa en un hotel. Paris. Praga. Nueva York. Londres. Bahia. Él le trae tarjetas y fotos. Su mamá se ve bien. Con diseños de último modelo. Comiendo chocolate. En la estatua de la Libertad y el Big Ben o con collares de flores, un coco en la mano y sonriendo. Uno diría que es tan feliz como joven. Sí, no le duele el corazón. Para nada. Su padre le recuerda que ha hecho algo muy noble por ella. A Momiji le da igual si es un acto puro o no. Le basta su sonrisa. Cuando mira las fotos lo suficiente, se imagina que está adentro con ella, que le toma la mano o la cintura, que lo hace bailar o que le coloca en los labios, un chocolate con forma de corazón. Su madre es muy hermosa y muy dulce. Seguro que si no fuera por la maldición...

-Ella te ha tejido esto. Me pidió que te lo diera.

Un suéter blanco. Momiji lo agarra temblando y es joven todavía, las lágrimas lo pueden.

-Te ha visto un par de veces. Le preocupa que andes errante. La próxima vez...por su bien...¿puedes...?

Si, puede. Ese gran pedazo de lana tiene su perfume. ¡Qué hermoso es! No se lo sacará nunca.

***

Empieza a deshacerse después de tenerlo puesto una semana. Akito pierde la paciencia y cuando Momiji está dormido, se lo quita y lo quema en los jardines. No le hace gracia ni a Kyo.

***

Mamá embarazada y con el cabello largo es muy hermosa. Va a ver a su papá más seguido. Así que Momiji tiene que esconderse también más seguido, pero puede verla y eso es bastante, eso está bien. Un día, sin querer, ella lo ve en la escalera de emergencia.

-¡Oye, tú! Niño...eres un Souma, ¿verdad? Soy una de tus tías.-ella se apoya en sus rodillas, respirando difícilmente por el esfuerzo de haber caminado rápido con sus tacones en el suelo encerado para evitar que Momiji salte y se pierda escaleras abajo, riendo y llorando sin que lo sepa.-Te tejí algo la última Navidad.

Momiji hace de cuenta que no recuerda. Se toca la cabeza y la sacude, encogiéndose de hombros. Luego imita a los personajes de caricaturas que le gusta ver con Kyo (que es un cabrón pero a veces simpático y vaya que soporta más cosas que él), como si una lamparita se prendiera sobre su frente.

-Ahh, sí. ¡Mi tía alemana!

Imagina una mariposa posada en su nariz y da vueltas. Su madre pone los ojos en blanco y suspira. Luego le palmea la cabeza, le acaricia la mejilla y le pide que vuelva a su casa.

"¿Dónde? Si mi casa es contigo. Era contigo, mamá."

-¿Quieres sentir al bebé? Es mi primer niño. Con cuidado. Es una niña.

Patea. Oh, tiene mucha energía. Seguro que va a ser una niña mandona y dulce por dentro como Kagura.

-Qué rápido te emocionas.

Hay tanta dulzura en su sonrisa. Vale la pena, claro que vale la pena haberse borrado de su existencia. Por un instante, Momiji se imagina que su madre lo abraza y recuerda. Que sus ojos lloran tanto como los de Momiji por las noches solitarias en casa de Akito. Que le pide perdón y se lo lleva a vivir con ella. Que su padre se pone contento y...

-Bueno, me tengo que ir. Clases de maternidad. Como he dicho, es mi primer niño.

Momiji se rasca encima del gorro y asiente, saludándola cuando comienza a caminar hacia el ascensor. Solo deja que se le escape una lágrima cuando está solo en el descanso de la escalera y huele el perfume de su jabón en la palma de la mano. Mamá es una dama sensacional. Merece muchos niños a los cuales querer y que la quieran. Niños normales, que no se transformen en monstruos.

***

Su mamá le manda por su padre unos dulces frutales que este le da con aire severo.

-¿Qué te he dicho sobre que ella te vea?

Momiji canta para sí mismo.

***

Es una niña y tiene un aire frágil y cautivante como Kisa. A Kisa, Momiji sí pudo cargarla cuando nació, a pesar de que en ese entonces, era solo un niñito de cinco años. Con sus doce recién cumplidos en una tranquila ceremonia auspiciada sin azotes por Akito, recibe una fotografía de Momo en brazos de su madre, que de nuevo tiene los cabellos cortos. Momiji no tuvo tiempo, la última vez que se vieron, meses antes y por accidente, de decirle que le gustaban más largos, aunque anteriormente volaran por las curvas de su madre cuando gritaba, aullando por repugnancia hacia él y su vida destrozada por una anormalidad atroz. Momiji le habla a la fotografía todas las noches. Le cuenta historias, le dice que la cuidará siempre, que no podrá casarse porque no existe un hombre tan bien preparado para velar por ella como él. Akio la quema eventualmente y a Kyo tampoco le parece gracioso, pero Momiji no se deja amedrentar tan fácil, porque él quiere a su madre y a su hermana, no la foto y su marco que han ardido, así que para sorpresa del cabecilla de familia, ni siquiera se enfada. Su hermana está bien mientras que no lo conozca. Es muy mona, como un polluelo recién nacido, envuelto en sábanas de algodón amarillo.

-¿Puedo...comprarle algo y se lo das tú, como si fuera cosa tuya?

Su padre lo abraza y accede.

-Desearía que fuera más fácil, Momiji.

-¡Qué va! Hay gente que no tiene familia. Yo solo tengo una a medias o cuartos, pero la valoro un montón.

Sonríe y hace tantos gestos con sus manos, como un arlequín medieval, que pronto su padre imita el gesto y ese día salen juntos a buscar presentes para sus mujeres, pese a que solo uno de los dos puede volver con ellas cuando llega la noche.

***

Está en la guardería. Ya no solo gatea, sino que camina y canta lo que ha aprendido viendo en la tele. Momiji ha fingido que juega en el parque con otros niños, aunque es horario escolar, tiene el uniforme y todo. Le ha dicho a Hiro que le dará una paliza si dice algo, pero es probable que Kyo se la dé primero si se entera o lo encuentra dando vueltas por la ciudad. Él también se escapa. Quizás algún día vayan al mismo Instituto todos los primos y se cuiden sin violencias de por medio.

Ha recibido instrucción para prácticas de arte marcial (se ha reído mucho con Kyo en el dojo de Kazuma) pero quizás sea uno de los encantos de ser la liebre el que se le dé tan bien saltar cuando no hay adultos en la habitación, siquiera mantenerse en el aire un instante mientras que estos están distraídos, suficiente como para saludar con la mano a la pequeña Momo y llevarse un dedo a los labios, para que empiece a saber qué es un secreto. Y parece saberlo, porque ni cuando empieza a hablar como una adulta pequeñita, su padre se le acerca a Momiji para preguntarle qué ha estado haciendo, puesto que su niña insiste con que ha visto a un muchachito volando cerca de la guardería. Y luego, el jardín de infantes.

***

Él sabe que es muy egoísta, pero no le parece estúpido, eso desde luego que no. Kyo y Tohru pueden tener su final feliz ahora que la maldición se ha roto, ¿verdad? Y se lo tienen merecido. ¿Qué hay de él? Akito ha llorado y suplicado. Le ha pedido que recapacite el abandonarlo (¿la?) porque las consecuencias serán terribles, pero no se ha atrevido a golpearlo, viéndolo tan decidido y poco más le alcanza a Momiji para espantarlo soplándole en la cara desencajada.

-Incluso si implanto recuerdos falsos en ellas, no puedo hacer lo mismo contigo. Tú sabrás cuál es la verdad.-dice Hatori en su estudio y Momiji asiente, porque ya lo ha pensado de sobra frente a la fotografía más reciente en la que debería sonreír también. Adentro, no afuera con patética añoranza. Ya no es un monstruo, eso vale algo, ¿no?

-Si hubieras tenido el coraje de hacérselo a Kana, quizás aún seguirían juntos.

Hatori hace una pausa más larga de lo usual.

-Pero elegí respetar su mente, sabiendo qué era lo mejor para ella.

-Mamá no me ha olvidado. Solo está engañada por una ilusión. Te pido que construyas una sobre esta, para que podamos vivir como es debido.

El silencio de Hatori tiene mucho de suspiro resignado.

-Mi última consideración como guardián del secreto de nuestra familia, que ya no existe.

Kana se lo perdió.

***

Se agita y acelera la respiración a medida que da paso tras paso hasta la puerta de la casa. Ha pasado el enrejado porque le pidió una réplica de la llave a su padre. No consultó si podía hacer eso con la familia que tuvo solo de lejos. Pero ha pasado por su despacho a avisar y pedir el ítem. Han jadeado por la sorpresa, al procesar la información. Luego lo han golpeado y por último..."Hijo", contra su hombro, una caricia en su cabello. Qué clicheada que puede ser la vida misma a veces,¿eh? Y cómo se llora por su culpa.

Su madre está en la cocina, con un delantal azul marino. Momiji se lo ha comprado la Navidad pasada, con otros regalos para Momo, que simularon ser de su padre. Porque estaba cansado de preguntarse y preguntarle a su padre, cómo se vestía mamá todos los días, cómo se paraba delante de las hornallas, ella que lucía como una modelo de mediana edad, presentando una nueva marca de electrodomésticos prácticos.

Inmediatamente se voltea al oír la campanilla que se balancea sobre la puerta.

-¡Momiji, cielo!-exclama, quitándose las manoplas con forma de vaca-caricatura. Momo se chupa un dedo, dirigiéndole miradas curiosas y alegres. Quizás en el fondo, ella tampoco se ha tragado el cuento de su propia memoria.

Los brazos que huelen a perfume francés y sudor de esfuerzo casero, rodean a Momiji y es la primera vez desde que puede recordar más que en sueños. En seguida se le caen las lágrimas y se aferra fuerte. Su madre parece entre extrañada de su comportamiento y del propio, porque tampoco lo suelta. Pasa los dedos con suavidad por los hombros de Momiji, le acomoda las solapas del uniforme del colegio y la boina. Pronto también se derriten lágrimas en sus ojos germánicos. Es muy linda llorando.

-Oh, Mimiji. Temo que me alegra en demasía que vuelvas a vivir con nosotros. Sé que esos primos de tu padre te han dado una excelente educación y que hubieras sido un secretario fabuloso para la cabeza de la familia Sohma. Pero si me lo preguntas, las ausencias de meses me han pesado en el corazón. ¡Solo mírame! Llegas un poco tarde del Instituto y ya estoy hecha un desastre sentimental...

Momiji no la escucha. Solo le aferra tan fuerte la mano que le sorprende no rompérsela, ni que ella no se moleste o que Momo lo vea sentarse a la mesa con una taza de té y pastel como si siempre hubiera estado ahí, un alma rebosante de plenitud -incluso si tanto de ella se debe a una mentira que cancela otra, cuando el mal no puede hacerse- en el marco de una nueva foto, que probablemente no será tomada, porque no se convertirá en la única posesión valiosa de un niño solitario.

lunes, 8 de agosto de 2011

Madoka magica/Hitomi x Kyosuke>>>Sayaka, Kyoko/Rating T.

7.He broke my heart and now it's raining.Tabla Alicia Keys.

Una verdadera bruja

Era un precioso lugar. Para ver la ciudad de noche con el carnet de conducir que a penas sacó, ni bien lo admitieron de nuevo en el Conservatorio. Necesitaba cosas bonitas para observar y acariciar melodiosamente. Shizuki (Hitomi. Ella le ha dicho montones de veces que la llame de esa forma y con lo que han intimado en segura lentitud, ya podría con a penas un leve sonrojo, pero ni siquiera con Miki...), La Heroica de Beethoven en el radio del auto que su profesor le prestó como bienvenida tras su milagrosa recuperación y reintegro inmediato a su carrera floreciente. Solo entonces cayó en la cuenta de que era uno de los cds de Sayaka. Pero todo lo que no brotaba de su violín, se lo pudo haber traído ella, de repente. Aunque apretara cada una de las cubiertas contra su nariz, todas olían al perfume vago, salado y natural de Miki. Todas debían ser preservadas, dejando de lado aquellas que rompió en un tonto arranque de furia, antes de que ella le predijera que sería como Lázaro.

De repente, la puerta del auto en el lado del conductor, se abre. Una chica muy extraña ha tirado de ella. Está vestida como una delincuente y tiene un aire tan rabioso, salvaje, contrario a lo que Kamiyo considera que debe ser una joven dama, que no puede menos que sorprenderse y atemorizarse. A la muchacha solo le falta un chulo musculoso para entenderse lo que es, pero no lo que viene a hacer con ellos, salvo quizás robarles. Hay una pistola en la guantera, pero...

-¿Kyosuke? ¿Kamiyo Kyosuke? ¿Eres tú? No sé por qué, pero te esperaba más alto. Un hombre de verdad y me encuentro un niño. Tan típico de ella.

-¿S-señorita...? ¿Qué pretende? No traemos nada de...-se apresura a decir, a pesar de que tiene un Stradivarius en el asiento trasero y el reloj de oro de su padre en la muñeca, cubierto por el jersey. La chica empieza a reírse. Tiene los dientes muy afilados, como un murciélago y un pasador en el cabello con una piedra reluciente, como embrujada. Kamiyo está seguro, por un instante al dirigir la mirada hacia ella, que está viva y ajándose. Pero debe ser el miedo.

-¡Por supuesto que no tienes nada de valor! ¡Ni aquí, ni allá abajo!

La muchacha, de repente, tiene un bastón con la punta en cuchilla, que se clava en el asiento cubierto con cuero, sacándole el relleno, cerca del muslo de Kyosuke.

-Si lo hubieras tenido, ella seguiría viva.

Está agitada. Kamiyo piensa que drogada, pero él también alucina y Hitomi debe haber visto lo mismo, porque lanza un grito de terror.

-¡Pero yo lo solucionaré! Estar sola apesta. Así que le enviaré compañía grata. Sayaka...

El nombre resuena como una campanada que anuncia una ejecución. Kamiyo se congela, ya no de miedo, exaltada cada célula de su ser.

-¡Repite eso!¿Sayaka?¿Miki?

El rostro de la chica se ensombrece. El resplandor de la piedra en su cabello se hace más intenso y Kamiyo oye su rasgón, antes de ver que el negro gana terreno en la gema.

-¡¿Tú has matado a Miki?!-Y Kamiyo ya no puede contenerse, aferra el brazo desnudo de la muchacha, que ahora viste prendas extrañas. El mundo alrededor de los tres se reconfigura y Hitomi se agazapa contra la puerta. Le parece oír un canto gregoriano que se acerca, pero seguramente se equivoca. Aunque así sea, ya no importa. Miki...

-¿Yo? ¿Matar a Sayaka?-La chica rompe a reír y parece estar muriendo, que se cuerpo se rebelara contra sí misma, queriendo partirse y distorsionarse. La lanza embiste contra Kamiyo, que se prepara para el golpe con gran torpeza, más sigue de largo y atraviesa a Hitomi, que deja salir un grito ahogado, antes de ceder, haciéndose un charco de jugo rojo, con todo su perfume francés. Kamiyo no sabe si le llega primero la nausea o el llanto. La chica se aparta, temblando, la sangre cubriendo con manchas su porte afilado. Se deja caer en la hierba colorida, con un hilo de saliva corriéndole por la barbilla.

-Mejor vete. Antes de que ya no me dé cuenta de que matándote, mato el último rastro de ella en la tierra. ¡Vete!

Hace ademanes y donde toca con sus dedos torcidos, se forma una puerta. Pero Kamiyo no puede moverse. A penas cree lo que hay ante él.

-¡NI SIQUIERA OBTENGO UNA SEMILLA DE DUELO POR MATAR A UNA VERDADERA BRUJA! ¡¿SAYAKA?!

Quizás aparezca con forma de ángel, se murmura a sí mismo Kamiyo, aún sin poder moverse.

Madoka Magica/Homura,Madoka, menciones de otros/Rating T.

3.Sure it could hurt you, baby. But give it a little try.Tabla Alicia Keys.

Aparición

No se lo dijo a Mami y Kyoko. La desaparición de Sayaka Miki fue menos de un año antes y el dolor estaba fresco. Ellas dos se mudaron juntas (más bien Mami convenció a Sakura de que le permitiera adoptarla, con la condición de que dejara de robar comida y mejorara su afilado vocabulario hasta convertirse en la dama que era en el fondo) y a veces, Homura las visitó o hizo rondas con ellas, sintiéndose en un aparte, encontrando consuelo en manos invisibles que le rodeaban los hombros, casi oyendo susurros dulces sin llegar a distinguir una voz o las palabras exactas, que se traducían simplemente en ánimos para sonreír e ir a cenar con la señora Kaname. "Si tuviera una hija, sería como tú" y no parece ella muy convencida, pero sí que es como si quisiera creerlo o invocar con esa sentencia, un poder lejano y cálido, que ha existido en otra época y cuyo encanto traspasa todas las barreras del tiempo y del espacio.

-Vas a desaparecer pero no lo dices para no afectarlas. Los humanos no terminan de sorprenderme.

Akemi Homura ignora a QB, le pasa las palmas por el lomo y deja que se acomode sobre su almohada. Él la mira cuando los átomos comienzan a separarse en chispas. No es tan malo como pensó que sería. "Semilla de luto", piensa al mirar su Gema espiritual que también se deshace, flotándole cerca del pecho. Sabe solo a medias lo que significa, pues es demasiado pronto y ella aún es de carne y hueso, antes de deshacerse en luz.

Kaname Madoka, en su forma de diosa, seda blanca y una sonrisa de grosellas, la espera sentada sobre un anillo de Júpiter. Los recuerdos de lo que pensó un sueño, regresan en tropel y Akemi Homura cae de rodillas ante ella, que la abraza como hizo durante tantos años en la oscuridad de la inexistencia.

-Aún eres cobarde y torpe.-le dice Sayaka Miki, con las manos tras la espalda y su armadura de guerrera acuática, más enternecida que irritada. Puede que solo reste esperar a las demás. Mientras tanto, la reciben un montón de muchachas que brillan, con las almas unidas finalmente, porque ya no existen brujas, solo espectros de los demonios que crean los humanos en su desesperación.

-¿Verdad que tuve una buena idea?-le dice Madoka, dándole palmadas en los hombros, sonriendo y Homura Akemi asiente, pese a que sin saberlo, vivió una verdadera tortura esperando por un reencuentro.

domingo, 7 de agosto de 2011

Code geass/V.V.>>>Marianne x Charles/Rating T.

7.Fearing you, loving you,I won't let you pull me down. Tabla Evanescence.

Medusa en el Edén

Después de hacer el pacto, apareció en su frente y manos: las alas del Geass. La Bruja les sonrió y acarició los cabellos de ambos niños, como si perteneciera a la realeza también o fuese su nodriza desde tiempos inmemoriales, pero V.V. no se enfadó con ella, no le preguntó en qué derecho obraba, a penas y sonrió a Charles, que tenía lágrimas en los ojos y seguía escondiéndose detrás de él. Tuvo la impresión de que había puesto en marcha algo grande y de que, a diferencia de aquellos a los cuales velarían, ni bien sus nuevos tutores llegaran para instruirles, viviría lo bastante y en plenas facultades como para brindar por ello. Ahora le quedaba cuidar de Charles, que tenía lo de inepto cuando no inocente y necesitaba de una mano más firme que la propia para tomar sus decisiones de tirano en expansión. Arrancarían cada máscara a sus dueños, aunque hicieran nacer un nuevo río de sangre, más rojo que ese en el que casi se ahogan por la avaricia de sus parientes hacia el trono.

***

A veces le parece que V.V. es el rey. V.V. habla con los consejeros. V.V. le escribe la mayor parte de sus discursos y le indica desde la postura hasta la vestimenta por la que deberá optar. V.V. escoge entre las damas de sociedad con las que ha bailado a las más sumisas, manejables, azules y distinguidas, aunque Charles las encuentre lánguidas. V.V. se ríe de él cuando habla de pilotear un mecha e ir a la guerra, antes de mandarse a hacer el Siegfried. V.V. es dueño en metálico de suficientes empresas británicas como para que su voto en la corte, de presentarse más que figurativamente como uno de sus sobrinos políticos, fuera monumental. V.V. hace que se sienta débil y desplazado, pero Charles lo acepta, porque a medida que se acumulan los años sobre sus hombros, Britania crece y sus triunfos también, aunque entre ellos dos, no puedan llamarlos enteramente “suyos”, sino de ambos. Entonces aparece Lady Marianne y en alguna parte, la hoja de una guillotina parte en dos un sueño compartido.

***

Charles ve dos caminos de obediencia y fidelidad: se ha bifurcado el que tenía únicamente con su hermano, quizás no desde que vio a Marianne salir de su Ganimedes como la Venus que salió del mar, más usando el porte de Atenea y sonriendo como seguramente solo Hera, la gran esposa de Zeus lo habría hecho. Así lo siente y sin embargo, fue evidente solo cuando solicitó su mano y ella ya lo esperaba, como una condecoración extra por otra nación conquistada bajo su yugo inexpugnable. La Reina sin Misericordia. La Matriarca de la sangre. Ni siquiera Cornelia, la más rebelde de todas sus hijas pudo poner un grito en el cielo, embelesada como estaba a su vez por la quinta mujer y la más importante de todas, ante la cual hasta la primera bajaba la cabeza, humillada y envidiosa, con opiniones acalladas por victorias sino prometidas, llevadas a cabo.

***

V.V. mira a través de los espejos en las salas donde se prepara la estrategia, hablándole a Charles por un micrófono oculto entre sus cabellos, en los que empiezan a verse las canas. Marianne ya está embarazada y eso no la aparta del campo de batalla, donde sonríe como una gata que ha comido muchos ratones y ahora se dirige a desollar más. Una gorda ambiciosa de la que saldrá un dragón que devorará Britania. Lo mejor que pudo hacer la primer Reina fue dar a luz un iluso como principal heredero: la piedra sobre la cabeza de Schneizel, que seguramente estaría entretenido hasta bien entrados los treinta años, Charles consumado por cada rincón del planeta y por ende su plan. Pero esa mujer no se detendría. V.V. la ve como una amenaza, ni más ni menos y no puede evitar darse cuenta de que acaricia a Charles y mira en su dirección, haciendo que se apriete las palmas hasta que sangren. Más cuando su hermano entra, al despedir incluso a su mujerzuela de la sala, con una inclinación servil, V.V. hace gala de una hipocresía que pensó capaz solamente en lo peor de su familia, ya enterrada con puñales en la espalda y lo felicita por el partido que ha conseguido, un verdadero guerrero para Britania y una joya para la realeza. Y Charles, pobre Charles, sin muchas luces y grandes puños, lo rodea con los brazos, lo aprieta felizmente, encantado de que no sienta celos, incluso cuando no se le ha ocurrido nada mejor que contarle acerca del Geass a ese súcubo hambriento.

***

Marianne pensó, cuando le presentaron al mocoso que se supone que es mayor que su marido, aunque sea por minutos, que había contraído nupcias con un viejo, además de corto de mente, brutal y débil al mismo tiempo, también senil y hubiera agregado “impotente” de no ser porque casi no pudo pararse durante unas cuantas horas después de la luna de miel y necesitó de los favores de Lord Bismarck y Jeremiah Gottwald para disfrazar su orgullo como mujer, asegurando una descendencia por parte de alguien que al menos tuviera cicatrices importantes surcando su cuerpo, más allá de las que dejan el trabajo de escritorio.

***

V.V. se pregunta cómo puede su hermano dejarse engatusar tan fácilmente. V.V. lee la prosa nietzschiana y se ríe entre dientes. Él es Eva más que ella y entonces Marianne aparece casi de la nada, por primera vez sin su mocoso, el primogénito que para Charles de repente es como hijo único, si es que le es posible quitar los ojos de su mujerzuela para hablar en público.

El parto le ha sentado mejor que a todas las esposas del Rey juntas o ha disimulado sus dolores con una sonrisa que despeja el Cielo para que caiga el fuego del Juicio. La Quinta Reina se acomoda a su lado y le aparta el cabello de los ojos, le pide que le lea sobre la Inmortalidad y él quisiera resistirse, pero los sirvientes han traído el té y Charles podría llegar a acompañarles en cualquier momento.

“Algún día haré correr su sangre babilónica por el suelo”, canta para sí, buscando entre las páginas, tratando de sonreír, aunque hay amargura en sus facciones y le quema la piel en donde lo han tocado. Tendrá pesadillas esta noche. Todas las noches, quizás, hasta que concrete su sueño.

***

Charles -no el Rey, sino el hijo sin padres, el niño aún más eterno que su hermano porque siempre necesitará de su consejo como antes precisaba cuidados de madre entre comentarios cínicos- mandó a construir una galería con retratos de sus hijos y esposas. Pasa junto a los de Odysseus y Schneizel con una mueca de disgusto. Es como repetir una historia desagradable que ya se sabe, pero no hay un Geass que pueda ser la clave de la relación entre ellos, así que si no vigila al segundo en nacer, correrá la sangre y las Erinias maldecirán un Reino próspero. Ve borroso entre los colores. El oro y el óleo de los vestidos. Entonces: Cornelia, Euphemia, alas rosadas a sus espaldas (a la mayor le hubieran correspondido las de diableza, pero Charles no quiso ofender a la pálida figura parada detrás de ambas, con la que se casó por el nombre y la estirpe, para conseguir tierras y tesoros, compartiendo lecho dos veces, con sus vástagos orgullosos para agradecerle), una sonrisa breve y autocomplaciente en sus labios, que se ensancha hacia el final del recorrido. Marianne, Lelouch, Nunnally. La recién nacida en brazos de la Dragona, el niño (un aire angelical en el retrato que sinceramente no merece, porque le causa a Charles casi tanta desconfianza como se la provocaría V.V. de no conocerlo de siempre y haber pactado limpiamente) con los dedos cerrados en torno a la mano de su madre. Delante de ellos se detiene más tiempo. Y prepara su semblante austero para el próximo discurso, porque se siente viejo.

***

Marianne es una viuda negra. Marianne mataría a sus propios hijos sin vacilación, de convertirse en meros planes segundones en caso de que su resolución de dar con el Ragnakok fracase. Sus amantes le tienen miedo y su esposo, respeto. Marianne se ríe, bailando con V.V., sabiendo que lo cautiva, dispuesta a ganarse su corazón, haciendo coronas de flores para sus cabellos, burlándose de su pequeñez, llenando su piel de caricias cuando Charles no se encuentra presente, apretándole las mejillas, haciéndole preguntas sobre deseos que tiene o no tiene instalados en el sistema. Marianne es una cobra. Marianne rodea a su presa fríamente y después la remata. Marianne se siente dueña del tablero. Marianne es dueña de él, efectivamente. Marianne besa al hermano de su marido. Es un beso suave en sus labios de niño eterno. Es una broma. Es Navidad. Es solo una vez. Pero Marianne ha ganado. Jaque al rey. Jaque. Ya casi es suyo el juego.

***

V.V. odia a Marianne como nunca pensó que odiaría a nadie y si no era personal por Charles, que era como una parte suya a la que estaban usurpando, ahora es peor que antes. Mucho peor. V.V. ya no sueña solo con matar a Marianne, con esparcir sus restos por el suelo, hacerla descuartizar viva por tiburones o dejarla morir de hambre en una celda aislada, como a una demente. Oh, no. V.V. ahora sueña con tocar a Marianne. Tocarla más de lo que ella le ha permitido, besándolo bajo árboles acariciados por la brisa. Tocarla como la tocó Charles, seguramente, para hacerle dos niños y como la toca cada maldito hombre que la conoce y es de su agrado, leona seductora, prostituta, prostituta. Tocarla así, efectivamente y a menudo despierta poseído por el odio, incapaz de saciar su cuerpo sin desarrollar.

***

Charles sueña con los lados de un puente que se cae a pedazos. En cada punta están amordazados: Marianne, con sus cabellos húmedos en la tormenta que arrecia. V.V., igualmente sufriendo, sin ese aire de superioridad que a Charles le causa una mezcla de orgullo y envidia. Ambos clamando por un rescate de su mano. Quizás es la única vez en la que tendrá la oportunidad de hacer algo por ellos y no al revés. Pero no hay tiempo para ambos. El suelo se destroza bajo sus pies y tiene que saltar en dirección hacia uno u otro. Es una mala parodia de Indiana Jones y en alguna parte deberían estar los Caballeros para hacer ese trabajo tan difícil. ¿Marianne o V.V.? ¿Marianne o V.V.? Se deshace en lágrimas y gemidos, mordiéndose el puño y cayendo hacia el vacío sin poder hacer nada por uno ni otro, siquiera en los sueños donde tiene el poder necesario para ser protagonista, más que figuradamente.

***

Marianne parpadea varias veces cuando Charles le arroja en la mesa de té esas fotografías donde su expresión está relajada en la lujuria, con la garganta agarrada por los labios de Lord Bismarck o Jeremiah Gottwald. Incluso hay una en la que se la ve muy divertida con el príncipe Schneizel. Solo esa mañana había tomado a sus Caballeros del brazo por separado y tanto a uno como al otro le reveló la paternidad de Lelouch y Nunnally. Una verdadera suerte que heredaran ante todo los rasgos de su familia plebeya por encima de los ojos de cualquiera de los tres que pudieran haberlos engendrado. ¿El joven príncipe? Por favor, Marianne había coqueteado con él y le correspondieron ansiosamente, hasta que uno de sus compañeros de Academia les interrumpió con un aire horrorizado. ¿El hijo de los Maldini? Todo una señorita con aquella cintura y un llanto hormonal listo, frustrando un juguetón intento que no le despertaba mayor interés.

Aprovecha que sus niños juegan a la gallina ciega para caminar hacia ellos desenvainando la espada.

-¿Confían en mí?

Nunnally se agarra a Lelouch, al que ha localizado solo un segundo atrás y está a punto de sacarse la venda, ligeramente en alerta a su corta edad. Pero no alcanza a preguntar nada.

-Mamá es la mejor.

Nunna besa en la mejilla a su hermano, que hace amagos de delucidar lo que sucede, apretando los labios. Marianne cree que oye sus pensamientos: ¿Estaremos en peligro? No, ella nunca…Con cuánta desesperación quiere creerlo. Ante semejante ternura (quizás Lelouch sí es hijo de Bismarck), se descubre deseando un poco más en la indiferente y fría balanza de posibilidades, que su esposo no la empuje al borde que está dispuesta a saltar.

-¿Nuestro padre se encuentra aquí?

-Aún si lo estuviera, ha venido a hablar conmigo. Quizás ustedes puedan tener una entrevista con él luego, si le apetece.

Lelouch tensa el rostro bajo el pañuelo blanco como si acabara de probar un limón. Nunnally sacude la cabeza pensativamente.

-Nunca he estado sola con papá.

-A él no le importamos. Solo tenemos a nuestra madre.

La hoja destella bajo el sol sangriento y Marianne sonríe, acercándola al cuello de su hijo mayor, sosteniéndole el hombro y clavándole la plácida mirada a Charles, cuyos ojos se abren mucho. Está horrorizado y temeroso. Él que venía con su aire amenazante a señalarle una horca imaginaria, una guillotina o una hoguera en la que la prenderían por su honor. Marianne se echaría a reír, pero debe lucir entregada, fanática, lúcida.

No puede decirlo en voz alta. Pero modula cada palabra marcadamente con los labios. Dice “Si no crees que son tus niños, me desharé de ellos y me harás otros, esta vez convencido”. Charles muestra los dientes, da un paso hacia atrás, apretando los puños, antes de relajar el semblante y desviar la mirada. “Lo siento”. Marianne guarda el sable diestramente. A penas se oye la suave caricia de la funda recibiendo el metal. Lelouch es quien lo percibe, una ceja alzada, apretando la mano de Nunnally, que le acaricia el pecho, enredada en su cintura. Charles tiembla cuando ella va hacia él, le acaricia la mejilla y se dirigen juntos hacia los pasillos, olvidándose de la progenie que supuestamente es de ambos. Poco importa para los amantes que se perdonan. Si es que Marianne es tal cosa. En todo caso, olvida la ofensa de su mascota real y lo invita a un paseo desinteresado, donde planearán juntos ese mundo que tanto les apetece crear.

***

V.V. está al borde del éxtasis, Beethoven llameando con su Elegía en el gramófono y Rollo sirviéndole más té, pronto bailando a su par, con menos melancolía en los modos, inclusive. Entonces llega Charles con su aire grave y V.V. evoca el silencio, esperando oír la terrible noticia sobre Marianne.

-Me he equivocado.-y V.V. ya está reuniendo una cantidad de argumentos que desoyen vivo al género de las tentadoras, cuando Charles le dice sin más que ha desconfiado de una mujer que le ha entregado todo en bandeja, hasta la vida de sus hijos. Por supuesto que le da una palmada en la espalda y le asegura que no es tan grave, pero a penas y puede ocultar la decepción que lo ha golpeado como un bate.

***

En el baile de esas Navidades, V.V. se hace presente y pide a Marianne una pieza. Las damas de la corte se sonrojan de ternura ante las maneras de ese pequeño caballerito y sus opiniones sobre la Quinta Reina se suavizan un poco cuando ella acepta, guiando al niño de ojos tan maduros por la pista. Incluso el Rey los observa satisfecho desde su trono. Ya todo está planeado. Si Charles no lo hará, él tendrá los cojones. Tiene que dar la impresión de que todo está bien entre ellos. El veneno aguarda dentro suyo para inyectarse con gracia. Marianne ríe bajo las luces, pequeñas canas coronan sus cabellos negros. Su risa le hace cosquillas a V.V. Es la última vez que te parezco gracioso. Sé lo que estás haciendo. Más tiene miedo, de todos modos, como si fuesen a asesinarlo en su lugar, como si fuese a cometer un suicidio ritual en sacrificio humano sobre un altar ya preparado. Su fé no vacila, pero su carne inmortal se sacude.

-¿No es un Cielo? Ya no hay niñitos así. Apuesto a que es la primera vez que en su vida baila con una mujer que no sea su Institutriz.-dicen las ancianas de la corte, observando sus reacciones.

***

Asesinarla debe parecerse bastante a hacerle el amor, pero V.V. aleja esos pensamientos que lo invaden como montones de arañas trepando por sus piernas. Jamás probó a una mujer por completo y su cuerpo rara vez le dio impulsos. Con Marianne. Rocía las balas con una euforia que solo puede ser sexual y se queda sin aire, mordiéndose los labios. Ella cae como exhausta hacia atrás y debe ser la primera vez en que la nota de esta forma. Nunca volverá a levantarse. Algo parecido a la tranquilidad que sucedió a la muerte de sus padres, reclama sus miembros y semblante. Bañado en sudor, finge no darse cuenta, soltando risitas, de que ha estado llorando desde que jaló del gatillo. Cuando le dice a Charles que lo siente por su esposa, todavía hay una mancha de sangre casi invisible y fragante en su muñeca. La única que no ha limpiado con su lengua.

***

C.C. le besa en la mejilla antes de irse. Se detiene solo un instante en el que V.V. alza las cejas, extrañado, como si fuera a esperar que se le hunda en la carne algún puñal con propiedades fuera de lo ordinario, vedándolo de sanar y reiniciarse. La bruja original sonríe antes de suspirar y ponerse en pie de nuevo, diciéndole que es un pendejo y no por su apariencia.

-Tienes suerte de que te permita marchar. Es por todo lo que nos has dado.

-¿De veras? Creí que era porque te sería imposible deshacerte de mí sin poner sobre aviso a otros usuarios del culto. Todos juntos son insuficientes.

-Tampoco tendrías lo que es necesario para asesinarlos.

C.C. es un reflejo de él, con más edad. Las capas del tiempo la cubren hasta volverla una estatua de mármol. Solo un leve respeto por esta antigüedad lo privó de darle un golpe de gracia.

-Esto que te he dado no es una bendición. Pero tampoco es asunto mío lo que vayas a hacer con tu hermano.

-En tanto puedas morir, este mundo lleno de mentiras no te interesa, ¿verdad?

-Solo porque no preciso mentir para alcanzar mis objetivos. Tú bien sabes la diferencia entre el ocultamiento y la falsedad, ¿o no?

Ah, la Marianne muerta era más suya y real que la viva en los brazos de Charles, como una amenaza onírica, una pesadilla encarnada. Si su hermano no estuviera hechizado todavía bajo los encantos de su luto, podría haber apreciado que su relación volviera a la normalidad.

sábado, 6 de agosto de 2011

Code geass/Marika, Lilliana y Luciano/Rating T.

05.La lección más dura que aprenderás en tu vida es cómo decir adiós.Tabla Allie Keys.Reto diario.
In expergefactione validus
…as in ethics, evil is a consequence of good, so, in fact, out of joy is sorrow born. Either the memory of past bliss is the anguish of to-day, or the agonies which are, have their origin in the ecstasies which might have been.
Berenice-Edgar Allan Poe.

Aquella vez, cuando despertó con la palma de Lilliana acariciándole la mejilla y su boca reseca por los medicamentos, curvada en una sonrisa que le dirigía, mientras que se alegraba en su dulce voz alta, de que ella recobrara la consciencia, ¿estaban en Libia, Bielorrusia o una de las Américas tropicales? Porque hacía frío pero pudo deberse a la estación, la hora o la anestesia y aunque juraría que vio nieve en los monitores de su valkiria, pudo ser una alucinación antes de desvanecerse por el golpe en su cabeza, tan torpe como había sido, además de atrevida, más que valiente.
Del mismo modo en que evidentemente no fue real lo que vio antes de perder la consciencia en esta ocasión, a Kouzuki, la prisionera, la asesina de su hermano a la cual debía atrapar para condenar a muerte, abrazándola como una hoguera y quemándola. De ninguna forma, puesto que su cuerpo no sufrió ningún daño, a pesar de estar severamente adolorido.
La prueba de ello es la mano de Lilliana, sus tiernos ojos entrecerrados, su cabello brumoso cubriéndole media cara, llenándole los pulmones a Marika con su perfume de violetas. Mano cuyo dorso le acaricia el cuello...con demasiada rigidez, quizás, cuando lo normal sería oír la voz algo chillona y llena de afecto que su compañera de toda la vida solía prodigarle cuando se metía en su cama para despertarla, dándole la bienvenida al mundo de la vigilia.
-Buenos días, Marika. Supongo que si has dormido tanto es porque esta experiencia fue incluso más intensa para ti de lo que resultó para mí.
¿Esa voz...? Algo ronca, pero es de él. Oh, la voz que tienen las pesadillas que lo impulsan a uno a perderte en ellas para siempre. Una voz que es la de la muerte. La reconocería en cualquier parte. Es la del demonio. Su señor. La vista de Marika, entonces, ha estado nublada todo este tiempo.
Los ojos de Lilliana no son tiernos y calientes: en ellos destella el hielo del vacío. Su pelo no es fragante: huele a chamusquina. Su rostro no es redondo y lozano: está flojo y ahora que se mueve de un tirón brusco hacia arriba, los mechones dorados se descorren, revelando una flor roja, arrugada, que sube por su mejilla amoratada. Las sábanas de hospital -blancas, no inmaculadas, manchadas con sangre- se caen desnudándola y Marika puede ver hasta su espina dorsal, pegando alaridos a esas alturas, que no puede sofrenar tapándose la boca, puesto que sus miembros están congelados.
Una risa empieza a sonar. La conoce bien, claro que sí. Es la de su comandante. ¿Cuántas veces resonó en el parlante mientras que Marika disparaba como una autómata bajo sus órdenes?
-En serio, después de esto, siempre voy a pensar que ustedes eran lesbianas. Es decir, como tenían el mismo factor, le comenté sobre lo que haría a la primera que se despertara. Quería ver el cambio en la inocente fisionomía de Vergamont cuando me dijera que te matara. ¿Puedes creer que estuvo contenta de darte sus órganos, Marika? Hasta se quedó agarrándote la mano y mirándote dormir, mientras que yo le extraía las últimas gotas de sangre.
Oh, Dios, ¿eso era el calor en sus palmas? Marika bajó los ojos desesperados y horrorizados hacia sí misma, encontrando las cicatrices que le recorrían el cuerpo como un amante desvergonzado. Luciano Bradley se carcajeó al oírla gritar de nuevo e hizo que Lilliana-títere improvisado con hilos de carne diera una vuelta a su alrededor. Incluso le besó los labios a manera de despedida, sonriéndole con su único ojo que había sobrevivido a las soberbias quemaduras que empañaban su rostro.

viernes, 5 de agosto de 2011

Code geass/Luciano>>>Suzaku x Mónica/Rating T.

05.Búsqueda. Tabla Fantasía.Misión insana.

Wiederbekommen

Lord Bradley tenía, para su gran pesar, problemas de memoria. Por suerte, no necesitaba un diario ridículo para recapitular lo sucedido entre laguna y laguna, a diferencia de la monumental retrasada de pezones erectos y expresión neutra que acostumbraba acompañar a Weinberg, presumiblemente hasta a la cama. Le afectaba, es cierto, pero meramente porque durante esas horas que con frecuencia desaparecían de su registro, hechos sorprendentes tenían lugar. Memorables incluso para aquellos que no se relacionaban directamente con él. Era inquietante escuchar murmullos aterrorizados a su alrededor, sin saber a qué hazaña se debía el honor del sudor frío que empapaba rostros y manos de aquellos que no podían considerarle un igual, siquiera un subordinado, debido al terror. Desde que era niño y el homicidio de su padre fuera encubierto por burócratas al servicio de la familia. Recordaba los golpes, desde luego y la certeza que lo colmaba por completo con el sabor a vidrios rotos, remojados en mazargrán: S-U-F-I-C-I-E-N-T-E. Lo siguiente era que una de las mucamas lavaba con asco y terror sus manos sanguinolentas, lastimadas las palmas ahora con el roce repetido del mango de una daga pensada para degollar lobos.

-¿Sabe el señorito lo que ha hecho?

Y Luciano sonrió orgulloso. No era poca cosa, sin importar la edad, pero hubiera querido tener los gloriosos detalles de la luz apagándose en los crueles ojos de basalto que aprendió a odiar. Aunque fuese su primer víctima humana, ya había practicado con animales y criadas enumeradas: el miedo, la desesperación y por último la entrega de lo más importante que poseían, hacían que cada célula que conformaba al individuo llamado "Luciano Bradley", se estremeciera. Placer. Resultaba incluso mejor que una mamada, como descubriría años más tarde, satisfecho de sí mismo por haber iniciado su conveniente carrera de Genio en el Homicidio.

Resultaba igual ahora. Le había intrigado el Onceavo desde que se conocieron. Bismarck lo presentó como si fuera un caballo de raza que acababan de obsequiarle y Lord Bradley notó que el color de sus ojos no coincidía con el resto de sus rasgos, esperados en un asiático. ¿Por qué verdes? Los británicos tenían ojos verdes, no los habitantes de lo que se había convertido justamente en una colonia de escasa importancia, dejando de lado la del sakuradite. A nadie más pareció sobresalirle en lo más mínimo durante la ceremonia de bienvenida. Las mujeres comentaron que era guapo y si alguna mencionó la anomalía, la nombró como un elogio.

Para Luciano Bradley, aquel hecho era un mero caso de usurpación.

-¿Eres el bastardo de un británico?

Semanas más tarde, con la mayoría de los miembros de la Mesa redonda ausentes, salvo Bismarck, que hacía papeleo, debidamente a dos pisos de distancia de ellos. El Onceavo abrió los ojos –ninguna mancha dorada oscurecía la limpidez de aquellas pupilas, que Luciano observó con gran atención, mezclando los alientos de ambos, presionando la espalda del Número contra la pared metálica del pasillo- y tragó en seco, antes de ponerse firme para empujarlo, forzando la distancia. Lord Bradley se encantó de notar el estremecimiento que le había causado el contacto. Era débil, ¿por qué fingía? ¿Para evitarle la satisfacción? Demasiado orgullo para poco más que un esclavo (y solo porque el Imperio quería mantener una imagen lo bastante benevolente como para sofrenar una destrucción literal y convertirla en algo abstracto, pero presente) y eso irritó a Bradley, del mismo modo en que lo deleitó al despertarle interés por la respuesta.

-No sé de qué está hablando, Lord Bradley, pero esta no parece ser la manera correcta de iniciar una conversación informal.

Luciano se carcajeó, rehusándose a soltarle la muñeca al primer tirón que Kururugi hizo para alejarse. La mantuvo aferrada. Estrujó con sus dedos resolutos el hueso a penas cubierto por una lámina de carne caliente, debajo del guante.

-Quiero saber por qué tus ojos son verdes, Siete. Como los de un británico.

Luciano se encogió de hombros con intención de lucir inocente. Pero seguía transmitiendo amenazas. Era un rasgo en su fisionomía que podía suavizarse levemente pero no acallarse por completo.

-¿Mis…ojos?

Kururugi hizo una mueca, lanzando una mirada preocupada a su mano atrapada aún. No tanto como si temiera que Lord Bradley le hiciera el menor daño –y debería, quizás. Sin testigos ni cámaras en aquellas instancias, asesinarlo y alegar defensa propia no requería grandes inventivas- sino preguntándose si ya era hora de rebelarse contra el pequeño interrogatorio, injusto a su ver, sin duda. El muchacho evidentemente no entendía que ese no era su lugar para estar y que por consiguiente, cualquier amabilidad era un regalo inmerecido.

-¿Solo eso? ¿Mis ojos?-alzó una ceja inquisidora, confundida y bastante más inocente en el gesto de lo que Luciano aparentaría jamás.

-Solo eso. Tus ojos, Kururugi. ¿Entonces? ¿Tu madre era una de esas prostitutas Onces de antes de la invasión? ¿Recibió a numerosos de los nuestros vestida con seda estampada con dragones…?

Esos ojos que no podían pertenecerle se encendieron y su boca parecía la de un lobo a punto de morder. Fue un hallazgo dichoso que el Caballero Siete fuese capaz de expresar tanto sin morder palabras.

- Lord Bradley, le sugiero, sino le pido que mantenga cuidado con los términos que utiliza.

Luciano sonrió más ampliamente. En realidad, quería echarse a reír. Apretó más su agarre, acercándolos de nuevo, para gran incomodidad de su compañero.

-¿Puedes culparme por tener curiosidad y elaborar hipótesis? No tendría que hacerlo si los archivos sobre tu persona no estuvieran casi en blanco cuando se trata de tu ascendencia. Aunque supongo que en todo caso es culpa de Britania. No nos importa mucho lo que los Números eran antes de empezar a servirnos y bien sabemos a qué fin llegarán.

Se humedeció los labios, encantado. Kururugi entrecerró los ojos, furioso, tratando de calmarse. Resultaba evidente que esos ojos estaban pensados por Natura para otros párpados de piel más clara, pero de alguna forma, resultaban en un buen contraste con su bronceado.

-¿Entonces?

Kururugi jadeó, apartándose de una vez, con los labios tensos.

-Son herencia de mi madre. Su hermana los tenía, al igual que mi prima pero no sé de dónde vienen. La casa de mi padre era más importante. Si no le importa, me esperan pendientes. Que tenga un buen día, Lord Bradley.

El Onceavo se apresuró a colocar la contraseña para entra en su habitación, sin mirar por encima de su hombro a Luciano, que enterró una daga en la pared junto a su puerta.

Durante los meses siguientes (en los que Kururugi retornó al Área 11 para intentar re-cazar al objetivo que lo colmó de laureles que no valía, del mismo modo en que no le pertenecían aquellos ojos que poblaron las pesadillas que enfermaron a Lord Bradley) una fiebre extraña alteró las costumbres de Luciano. Por las noches después de practicar en la pista de tiro o tras simulacros con el Percival y las Valkirias. Cada vez que cerraba sus ojos, allí estaban los del Enumerado. Mirándolo. Mofándose de él con su mera existencia. Instándolo a poner en peligro su futuro en una élite para hacerse respetar. Los sueños se disolvían ni bien despertaba. Las medidas que tomaba ante esas provocaciones, sin duda no exentas de brutalidad extrema, que palpitaba en sus palmas sudorosas: Todo su cuerpo ardía y sin importar la hora que fuera, si alguien ya dormía a su lado, precisaba tomar a una mujer, lastimarla y oír sus gritos, mezcla de placer y dolor. Hacerla sufrir, sangrar y rogar, lamer sus lágrimas y eyacular sin condón entre sus piernas. Quería también matarlas en ocasiones, pero debía contenerse, a menos que fueran británicas honorarias, para no cometer el error de Erzsébeth.

Esperó por el regreso del monito a la sede central en Pendragon. Primero con paciencia, luego ya estaba a punto de solicitar con tacto y disimulo supremos, un traspaso a la misma Área, cuando arribó el cuerpo de Kururugi Suzaku en un ataúd repleto de rosas blancas, como correspondía a la Alta Caballería, siendo rojas las de la realeza y azules las de los nobles. Un obsequio del Az de los Caballeros Negros, cuya fotografía descansaba entre las de otras terroristas buscadas por el Imperio, en uno de los burós de la oficina personal de Luciano Bradley y cuyo destino, si vez alguna llegaba a caer en sus manos, ya estaba decidido.

Hubo deliberaciones en la mesa de los Caballeros de Asalto pero fueron bastante breves, en comparación con otras que concernían a los vivos. Versaron acerca del destino del que ya no moraba entre ellos y Luciano las escuchó con ansiedad, participando ocasionalmente como si no le interesaran en lo más mínimo, pese a que cada palabra y gesto le pesaban. Al menos dos de las mujeres habían dormido con el mono y las que no, ya hubieran querido que sus edades no las detuvieran. Lord Bradley apretó los dientes al oír el desventurado monólogo de Mónica, llorosa y despeinada, ocasionalmente lanzándole desesperadas miradas de socorro a todos los presentes (especialmente fueras de lugar y recibidas con cejas alzadas en su caso), mientras que la chica Alstreim sacaba fotos individuales a todos los miembros de la generación. Menos teatral pero también dolida, tenía la vista perdida al presionar repetidamente el botón de su flash y pronunciadas ojeras hablaban de insomnio en su melancólica apatía. Sería bueno agregar ahora mismo que fueron dos los ataúdes que regresaron del frustrado combate en la Federación China (cortesía de Kallen Kouzuki, próximamente en una obscena lista que Luciano guardaba mentalmente para sus victorias) y uno de ellos a penas merecía mención alguna para Bradley: Gino Weinberg, insoportable a más no poder, pese a hacerse notar su ausencia en un cuarto repleto de mujeres histéricas. Dorothea Ernst se secó sus lágrimas con un pañuelo de seda y Nonette Ennegram apretó los labios cuando la decisión fue tomada: el cuerpo de Kururugi Suzaku hallaría su sepultura en la Capital del Imperio Británico al que había servido fielmente en vida y no en la colonia que le dio el ser de lealtades ambiguas. Existían, de otro modo, amenazas de boicot por parte de los grupos de protesta que se oponían al ascenso del Séptimo Caballero, que en la Paz Británica descanse, por no hablar de los terroristas organizados y el partido purista, que ni Luciano tenía a buen ver (un montón de nobles de baja estirpe con enormes pretensiones).

Cuando Bismarck les alcanzó los documentos para que firmaran y Mónica se colgó de su brazo, casi desvanecida, Bradley fingió no guardar el menor de los intereses en aquel encuentro, antes de sacudirse a la chica con escasa delicadeza, como si fuera una leprosa. A su ver, tenía encima algo mucho peor. ¿Por dentro, sin embargo? Sacudía las palmas, gravemente emocionado.

***

Eran las tres de la mañana y tocaron a su puerta. No podía estar de mejor humor, pese a las lagunas. Evidentemente todo había salido de acuerdo a sus planes, no podía quejarse. Tenía sirvientes de ambos sexos para las labores pesadas, pero insistió en hacerse él mismo de lo que se había convencido, pertenecía solo a los suyos. Sin embargo, a medida que la labor se hacía más pesada, se descubrió antes de que su consciencia se perdiera en el cielo sin estrellas, oscuro como boca de lobo, repitiendo una y otra vez que él era su dueño. Solo él, Luciano Bradley, independientemente de su título y ciudadanía. Era algo más carnal que lo concedido por una espada que le tocara los hombros en una frívola ceremonia. Antiguo, terrible, indecible. Delicioso. Y solo suyo.

Mónica entró en su cuarto llorando como una patética Magdalena, los múltiples lazos que usualmente adoraban sus cabellos y bata de dormir, deshechos y un olor fuerte impregnándola, que hablaba de mezclar whisky (o quizás, esa fuerte bebida de los Onceavos que Kururugi tenía para compartir en ocasiones) con Nembutal en grandes cantidades. Sabía la contraseña de su puerta porque habían dormido juntos una o dos veces. Lord Bradley no creyó que la noticia correría tan rápido y pensó por un instante que solo anhelaría que la puntearan sobre la cama hasta que dejara de sollozar.

-¡Luciano, acaba de pasar algo terrible! Alguien…-evidentemente el sopor de la droga tardó en disiparse lo bastante como para que pudiera terminar de analizar la escena que tenía delante, que se leía por sí misma, a decir verdad. Bradley consideraba que no se hallaba en falta por ser el principal protagonista, a pesar de que evidentemente, Mónica pensaba distinto, desde el momento en el que dejó escapar un alarido quebrado antes de taparse la boca con la palma de la mano y retroceder torpemente hacia el linde de la puerta, tropezando en dos ocasiones, renovadas las lágrimas.

Luciano lamentó que su mente se nublara en el momento crucial de obtener sus preciados recuerdos del Séptimo Caballero. Por supuesto que el frasco que ahora llenaba con formol contenía el resultado de la visita preparada, pero así como le cosquilleaban las manos cubiertas por sangre muerta, sucedía lo mismo con sus labios y el aroma de las rosas secándose permanecía en su nariz, como si hubiera descendido sobre ellas, más que haberlas rozado con las botas como en el caso de la tierra del cementerio, que le cubría los pantalones de civil. Se preguntó por qué Mónica tenía que hacer tanto escándalo al respecto y deseó que al menos Bismarck fuese razonable. No era, después de todo, como si hubiera matado al Onceavo para robarle sus…

Y no es que esto, desde luego, en su escala de valores, hubiera sido deplorable en absoluto. Qué gran noche, sin importar las consecuencias venideras.