01.Tabú. Tabla Random 6. Misión insana.
Nota:Dedicado a Veji. <3
Wiedergeburt
Su padre le ha dicho que no espíe a su madre, que es un mal hábito, pero la verdad es que ella nunca lo descubrirá: haría lo imposible para que Momiji desapareciera y prefiere ignorar sus suaves pasos en el suelo, si es que los oye, porque él es muy cuidadoso. No desea oírla gritar y llorar hasta desmayarse como sucede cada vez que lo vé. En realidad, Momiji no sabe si lo dice por ella, que se altera tan fácilmente o por él, que si fuera más frágil, si la quisiera menos, sería herido por sus palabras, que no se miden en el disgusto.
(Más tarde sospechará que su padre temía que ella hiciera algo extremo, consigo misma o con Momiji, pero será tarde, a destiempo e inútil pensamiento entre nubes lejanas como el recuerdo de su perfume)
-¿No quieres despedirte de él?
-Que lo cuide mi marido. Es su culpa que yo tenga que cargar con esta maldición. La de parir a un engendro.
Hatori procede a borrar su memoria. Él sí que lo ha visto, por el rabillo de su ojo entonces sano. Momiji intenta sonreírle por la puerta entreabierta, volviéndose hacia el pasillo sigilosamente. Cuando los recuerdos de su madre se desvanecen como alcohol en una botella destapada, un aire frío en ráfaga llega desde la habitación en la que están ellos y lo despeina, ocultando con su flequillo, una lágrima.
***
Las mucamas son dulces con él. Lo llenan de mimos, le dan galletas que le hornean, lo dejan visitar a su papá cuando su mamá no está cerca y a ella le aburre tanto la corporación, que puede ir casi cuando quiera, en tanto diga que es solo un sobrino más y no le hable mucho, porque podría descubrir que tienen el mismo acento y que se parecen mucho físicamente. Por eso Momiji usa una gorra y sale corriendo, saltando entre risas fingidas e histéricas si la ve llegar.
***
"Quizás ella no ha olvidado. Tal vez me ve de lejos y piensa en mí sin saberlo. Puede que le guste, que se pregunte si de tener un hijo, sería tan bonito como yo. Tan dulce, tan tierno y abrazable. Tan bello el engend..."
Se aprieta las uñas contra la palma.
"Basta. Nadie va a quererte nunca de verdad si te portas así, si dices cosas feas, incluso a ti mismo."
Una pelota. Patearla. Gol. Ser aplaudido por las mucamas, Kyo que se la devuelve dejándole una marca roja en el medio de la cara, Akito elogiándolo, de pie también.
***
Ella tiene los cabellos cortos ahora y parece feliz. Se va de compras casi todos los días. Momiji puede verla a veces, siguiéndola dos o tres negocios hacia atrás. Mira la ropa de recién nacidos. Abraza la asexuada. Blanca y amarilla.
***
-¿Papá?
Él está ocupado con su papeleo, pero lo mira por encima del escritorio, llevándose los anteojos al puente de la nariz.
-¿Si, Momiji?
-¿Le harías un nuevo hijo a mamá?
Se ganó una reprimenda.
***
La Navidad es importante para los Souma que están malditos. Incluso ellos tienen su fiesta privada a la que deben asistir. Menos el gato, pero está convidado al banquete y Akito se enfadaría si no estuviera ahí en su jaula como debe ser.
Su padre no puede ir tampoco. Porque no es del Zodíaco y porque tiene que pasar Navidad con su esposa en un hotel. Paris. Praga. Nueva York. Londres. Bahia. Él le trae tarjetas y fotos. Su mamá se ve bien. Con diseños de último modelo. Comiendo chocolate. En la estatua de la Libertad y el Big Ben o con collares de flores, un coco en la mano y sonriendo. Uno diría que es tan feliz como joven. Sí, no le duele el corazón. Para nada. Su padre le recuerda que ha hecho algo muy noble por ella. A Momiji le da igual si es un acto puro o no. Le basta su sonrisa. Cuando mira las fotos lo suficiente, se imagina que está adentro con ella, que le toma la mano o la cintura, que lo hace bailar o que le coloca en los labios, un chocolate con forma de corazón. Su madre es muy hermosa y muy dulce. Seguro que si no fuera por la maldición...
-Ella te ha tejido esto. Me pidió que te lo diera.
Un suéter blanco. Momiji lo agarra temblando y es joven todavía, las lágrimas lo pueden.
-Te ha visto un par de veces. Le preocupa que andes errante. La próxima vez...por su bien...¿puedes...?
Si, puede. Ese gran pedazo de lana tiene su perfume. ¡Qué hermoso es! No se lo sacará nunca.
***
Empieza a deshacerse después de tenerlo puesto una semana. Akito pierde la paciencia y cuando Momiji está dormido, se lo quita y lo quema en los jardines. No le hace gracia ni a Kyo.
***
Mamá embarazada y con el cabello largo es muy hermosa. Va a ver a su papá más seguido. Así que Momiji tiene que esconderse también más seguido, pero puede verla y eso es bastante, eso está bien. Un día, sin querer, ella lo ve en la escalera de emergencia.
-¡Oye, tú! Niño...eres un Souma, ¿verdad? Soy una de tus tías.-ella se apoya en sus rodillas, respirando difícilmente por el esfuerzo de haber caminado rápido con sus tacones en el suelo encerado para evitar que Momiji salte y se pierda escaleras abajo, riendo y llorando sin que lo sepa.-Te tejí algo la última Navidad.
Momiji hace de cuenta que no recuerda. Se toca la cabeza y la sacude, encogiéndose de hombros. Luego imita a los personajes de caricaturas que le gusta ver con Kyo (que es un cabrón pero a veces simpático y vaya que soporta más cosas que él), como si una lamparita se prendiera sobre su frente.
-Ahh, sí. ¡Mi tía alemana!
Imagina una mariposa posada en su nariz y da vueltas. Su madre pone los ojos en blanco y suspira. Luego le palmea la cabeza, le acaricia la mejilla y le pide que vuelva a su casa.
"¿Dónde? Si mi casa es contigo. Era contigo, mamá."
-¿Quieres sentir al bebé? Es mi primer niño. Con cuidado. Es una niña.
Patea. Oh, tiene mucha energía. Seguro que va a ser una niña mandona y dulce por dentro como Kagura.
-Qué rápido te emocionas.
Hay tanta dulzura en su sonrisa. Vale la pena, claro que vale la pena haberse borrado de su existencia. Por un instante, Momiji se imagina que su madre lo abraza y recuerda. Que sus ojos lloran tanto como los de Momiji por las noches solitarias en casa de Akito. Que le pide perdón y se lo lleva a vivir con ella. Que su padre se pone contento y...
-Bueno, me tengo que ir. Clases de maternidad. Como he dicho, es mi primer niño.
Momiji se rasca encima del gorro y asiente, saludándola cuando comienza a caminar hacia el ascensor. Solo deja que se le escape una lágrima cuando está solo en el descanso de la escalera y huele el perfume de su jabón en la palma de la mano. Mamá es una dama sensacional. Merece muchos niños a los cuales querer y que la quieran. Niños normales, que no se transformen en monstruos.
***
Su mamá le manda por su padre unos dulces frutales que este le da con aire severo.
-¿Qué te he dicho sobre que ella te vea?
Momiji canta para sí mismo.
***
Es una niña y tiene un aire frágil y cautivante como Kisa. A Kisa, Momiji sí pudo cargarla cuando nació, a pesar de que en ese entonces, era solo un niñito de cinco años. Con sus doce recién cumplidos en una tranquila ceremonia auspiciada sin azotes por Akito, recibe una fotografía de Momo en brazos de su madre, que de nuevo tiene los cabellos cortos. Momiji no tuvo tiempo, la última vez que se vieron, meses antes y por accidente, de decirle que le gustaban más largos, aunque anteriormente volaran por las curvas de su madre cuando gritaba, aullando por repugnancia hacia él y su vida destrozada por una anormalidad atroz. Momiji le habla a la fotografía todas las noches. Le cuenta historias, le dice que la cuidará siempre, que no podrá casarse porque no existe un hombre tan bien preparado para velar por ella como él. Akio la quema eventualmente y a Kyo tampoco le parece gracioso, pero Momiji no se deja amedrentar tan fácil, porque él quiere a su madre y a su hermana, no la foto y su marco que han ardido, así que para sorpresa del cabecilla de familia, ni siquiera se enfada. Su hermana está bien mientras que no lo conozca. Es muy mona, como un polluelo recién nacido, envuelto en sábanas de algodón amarillo.
-¿Puedo...comprarle algo y se lo das tú, como si fuera cosa tuya?
Su padre lo abraza y accede.
-Desearía que fuera más fácil, Momiji.
-¡Qué va! Hay gente que no tiene familia. Yo solo tengo una a medias o cuartos, pero la valoro un montón.
Sonríe y hace tantos gestos con sus manos, como un arlequín medieval, que pronto su padre imita el gesto y ese día salen juntos a buscar presentes para sus mujeres, pese a que solo uno de los dos puede volver con ellas cuando llega la noche.
***
Está en la guardería. Ya no solo gatea, sino que camina y canta lo que ha aprendido viendo en la tele. Momiji ha fingido que juega en el parque con otros niños, aunque es horario escolar, tiene el uniforme y todo. Le ha dicho a Hiro que le dará una paliza si dice algo, pero es probable que Kyo se la dé primero si se entera o lo encuentra dando vueltas por la ciudad. Él también se escapa. Quizás algún día vayan al mismo Instituto todos los primos y se cuiden sin violencias de por medio.
Ha recibido instrucción para prácticas de arte marcial (se ha reído mucho con Kyo en el dojo de Kazuma) pero quizás sea uno de los encantos de ser la liebre el que se le dé tan bien saltar cuando no hay adultos en la habitación, siquiera mantenerse en el aire un instante mientras que estos están distraídos, suficiente como para saludar con la mano a la pequeña Momo y llevarse un dedo a los labios, para que empiece a saber qué es un secreto. Y parece saberlo, porque ni cuando empieza a hablar como una adulta pequeñita, su padre se le acerca a Momiji para preguntarle qué ha estado haciendo, puesto que su niña insiste con que ha visto a un muchachito volando cerca de la guardería. Y luego, el jardín de infantes.
***
Él sabe que es muy egoísta, pero no le parece estúpido, eso desde luego que no. Kyo y Tohru pueden tener su final feliz ahora que la maldición se ha roto, ¿verdad? Y se lo tienen merecido. ¿Qué hay de él? Akito ha llorado y suplicado. Le ha pedido que recapacite el abandonarlo (¿la?) porque las consecuencias serán terribles, pero no se ha atrevido a golpearlo, viéndolo tan decidido y poco más le alcanza a Momiji para espantarlo soplándole en la cara desencajada.
-Incluso si implanto recuerdos falsos en ellas, no puedo hacer lo mismo contigo. Tú sabrás cuál es la verdad.-dice Hatori en su estudio y Momiji asiente, porque ya lo ha pensado de sobra frente a la fotografía más reciente en la que debería sonreír también. Adentro, no afuera con patética añoranza. Ya no es un monstruo, eso vale algo, ¿no?
-Si hubieras tenido el coraje de hacérselo a Kana, quizás aún seguirían juntos.
Hatori hace una pausa más larga de lo usual.
-Pero elegí respetar su mente, sabiendo qué era lo mejor para ella.
-Mamá no me ha olvidado. Solo está engañada por una ilusión. Te pido que construyas una sobre esta, para que podamos vivir como es debido.
El silencio de Hatori tiene mucho de suspiro resignado.
-Mi última consideración como guardián del secreto de nuestra familia, que ya no existe.
Kana se lo perdió.
***
Se agita y acelera la respiración a medida que da paso tras paso hasta la puerta de la casa. Ha pasado el enrejado porque le pidió una réplica de la llave a su padre. No consultó si podía hacer eso con la familia que tuvo solo de lejos. Pero ha pasado por su despacho a avisar y pedir el ítem. Han jadeado por la sorpresa, al procesar la información. Luego lo han golpeado y por último..."Hijo", contra su hombro, una caricia en su cabello. Qué clicheada que puede ser la vida misma a veces,¿eh? Y cómo se llora por su culpa.
Su madre está en la cocina, con un delantal azul marino. Momiji se lo ha comprado la Navidad pasada, con otros regalos para Momo, que simularon ser de su padre. Porque estaba cansado de preguntarse y preguntarle a su padre, cómo se vestía mamá todos los días, cómo se paraba delante de las hornallas, ella que lucía como una modelo de mediana edad, presentando una nueva marca de electrodomésticos prácticos.
Inmediatamente se voltea al oír la campanilla que se balancea sobre la puerta.
-¡Momiji, cielo!-exclama, quitándose las manoplas con forma de vaca-caricatura. Momo se chupa un dedo, dirigiéndole miradas curiosas y alegres. Quizás en el fondo, ella tampoco se ha tragado el cuento de su propia memoria.
Los brazos que huelen a perfume francés y sudor de esfuerzo casero, rodean a Momiji y es la primera vez desde que puede recordar más que en sueños. En seguida se le caen las lágrimas y se aferra fuerte. Su madre parece entre extrañada de su comportamiento y del propio, porque tampoco lo suelta. Pasa los dedos con suavidad por los hombros de Momiji, le acomoda las solapas del uniforme del colegio y la boina. Pronto también se derriten lágrimas en sus ojos germánicos. Es muy linda llorando.
-Oh, Mimiji. Temo que me alegra en demasía que vuelvas a vivir con nosotros. Sé que esos primos de tu padre te han dado una excelente educación y que hubieras sido un secretario fabuloso para la cabeza de la familia Sohma. Pero si me lo preguntas, las ausencias de meses me han pesado en el corazón. ¡Solo mírame! Llegas un poco tarde del Instituto y ya estoy hecha un desastre sentimental...
Momiji no la escucha. Solo le aferra tan fuerte la mano que le sorprende no rompérsela, ni que ella no se moleste o que Momo lo vea sentarse a la mesa con una taza de té y pastel como si siempre hubiera estado ahí, un alma rebosante de plenitud -incluso si tanto de ella se debe a una mentira que cancela otra, cuando el mal no puede hacerse- en el marco de una nueva foto, que probablemente no será tomada, porque no se convertirá en la única posesión valiosa de un niño solitario.