De
un modo u otro
-No tome mi vida, por favor. Estoy
dispuesta a entregarle mi cuerpo.
Al ver que Luciana Bradley se rendía
tan fácilmente -temblorosa y encogida en un rincón de la celda, tan
ajena a su desafiante y agresiva naturaleza- a uno de los miembros de
la Rebelión Negra, Suzaku desvió la vista resignado y Gino comenzó
a insultar a diestra y siniestra, sacudiéndose contra las rejas.
El hombre, con la lengua afuera y los
ojos desorbitados por la lujuria, la admiró desprendida del
uniforme. Dejó de sostener una de sus armas para prestarle atención
a aquella con la que fue investido cuando nació y ese fue el peor de
sus errores. El último que cometería.
Suzaku Kururugi sabía que Luciana
Bradley podía destruír a un ser humano igual que el cañón del
Percival un edificio. Es solo que ignoraba que sus habilidades podían
seguír siendo extremadamente agudas incluso con sus manos atadas
tras la espalda. Fantástico, otra advertencia ganada por su
subconsciente, en caso de que el Geass necesitara defenderse de ella.
Con lo que sucedió a continuación del
descuido del guardia, Suzaku fue el que se quedó con la mirada
horrorizada en dirección a la espantosa escena y Gino el que tuvo
que cerrar los ojos. De todos modos se hicieron oír los
ruidos de huesos rotos y músculos pateados. La sangre al derramarse,
los quejidos del hombre que pronto era más una cosa destrozada que
una persona moribunda. Muerta. Luciana, una reina de corazones con
los pechos descubiertos y embebidos en rojo, se carcajeaba, dándose
vuelta ágilmente sobre los restos de su torpe contrincante para
sacarle las llaves de sus primitivas esposas de la línea del
cinturón, manchada con las vísceras que sobresalían del estómago
abierto. Los tacones bien utilizados pueden ser armas mortales,
después de todo.
-Oh, Luciana va a sacarnos de aquí
también, ¿verdad?-comentó Gino, admirado y herido, enfermo e
intentando mantenerse erguido y de pie, con la cabeza apoyada contra
las rejas, mientras que Bradley salía al pasillo de los prisioneros
para ejecución (vacío, sin delatores potenciales, por suerte) con
aire triunfal, arreglándose el uniforme o al menos cubriéndose la
obscena piel embarrada en sangre. Suzaku supuso que con lo
impresionable que era Gino para un piloto del Imperio Británico, no
sería extraño que estuviera alucinando a estas alturas. ¿Por qué
más habría dicho eso?
Luciana los observó como si fuera la
primera vez en la que notaba que ellos estaban ahí. Abrió los ojos
colmándose de ambos. Y luego se echó a reír estruendosamente, como
una bruja y sus ágiles piernas echaron a correr en un salto hacia la
puerta de salida.
-A puesto a que...va a volver tarde o
temprano.
Suzaku no esperó por ella, desde
luego. Y cuando el palacio fue destruído y se las arreglaron para
escapar antes de que la estructura los aplastara (recesos de la danza
mortífera del Percival), no le dio las gracias a Bradley y no lo
haría ni en un millón de años. Quizás era una mujer (Suzaku había
acabado por decidir que no podía tener un sexo, pues no era humana)
pero eso no la hacía mejor a la hora de pasarse de la raya.
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