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viernes, 11 de noviembre de 2011

Mitología artúrica+Folclore germánico/Rapunzel,Elaine/Rating T.

01. Gracias.

Ceteris paribus
Ella era Sansón, no Judith y cuando Dame Gothel le cortó sus cabellos (casi arrancándoselos), toda la fuerza que luchaba por salir, contenida como estaba siempre en lo alto de su torre, se desvaneció y después de quedarse sola, se dio cuenta de que incluso ponerse de pie le era difícil. La fatiga le ganaba: río abajo estaba el pueblo al que su madre iba a comprar las provisiones, pero veía cada vez más borroso y el frío se hacía insoportable. Entonces vio la barca deslizándose sobre la corriente. Su propietario...no, propietaria, la llamó con señas para que subiera de un salto, usando el que sintió su último aliento.
-Mi nombre...-queria indicarse a sí misma y su incierto destino, pero la dama de la capa oscura se llevó un huesudo dedo a los labios. Respiraba blanco.
-Rapunzel. La hija de Dame Gothel. Una princesa.
-Yo...
-La luna es hermosa, ¿verdad que sí? Pediste por alguien que te entendiera y aquí estaba yo. Si crees en Dios, dale las gracias.
Rapunzel se persignó. La mujer le entregó una bolsa. Fue grande su sorpresa cuando la descubrió llena de piezas de oro.
-Ya no puedo usarlas. Han estado conmigo por mucho tiempo.
Estaban húmedas y frías, lo mismo que las manos de la joven, cuyo rostro se envolvía insistentemente en sombras, sin revelar rasgos, fuera del largo cabello negro, enmarañado y mojado, que sobresalía de la capucha, cubriendo los hombros y el pecho. Llegando al pequeño muelle que dejaría a Rapunzel a pasos del pueblo, la misteriosa salvadora habló con una voz severa y gutural.
-Pide a los campesinos que encuentres por el castillo de los señores de estas tierras, que están fuera de los dominios de tu madre. Cuando los sirvientes te pregunten en las puertas quién eres, muéstrales esta prenda y diles que te envía Elaine de Astolat, hija de una cortesana muerta, a la cual sus hermanos hicieron creer que estaba maldita, encerrándola en lo alto de una torre más alta que la tuya, durante el doble de penosos años, para poder repartirse entre menos manos la herencia.
Elaine se desprendió del cuello un pañuelo con un escudo a penas visible bordado con hilo azul en él. Rapunzel lo tomó como si fuese algo muy precioso.
-Sin duda mis familiares exigirán verte. Diles que si te repudian, me veré obligada a traer conmigo a sus hijos y amantes, al igual que las próximas cosechas, hasta que el suelo que tanto valoraron se vuelva arena, regada con sangre amada. Exige que te den el lugar entre ellos que le fue negado a Elaine.

Las sombras comenzaron a devorar el cuerpo de la señora de Shalott, recortándolo en estrellas que se desvanecieron con el despunte del amanecer rosado. Rapunzel recordó de golpe, al notar la calidez del ambiente, la ausencia repentina de la niebla y de la barca, a los animales del bosque que la saludaron de nuevo, que era verano. 

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