Lazos de sangre negra
No
es difícil tener el cuerpo de una niña, sino molesto. Casi tanto
como dar a luz pero a Chrona supo sacarle mayores utilidades. No se
queja, sin embargo. Es libre de llevar a Rachel por donde le plazca,
siempre que la encierre en un cuarto de su mente. "Veamos si es
necesario o no que desaparezcas", le dice al dejarla en la
oscuridad y ella llora detrás de las puertas, de una forma mucho más
patética que su hijo. Para colmo de males, una de las enviadas de
Aracné aparece en el alfeizar de la ventana de uno de sus
escondrijos en el desierto. El viento seco la ha traído y se burla
con su veneno, tan inferior en rapidez al suyo:
-No
recuerdas lo que es una madre, ¿verdad? Y ni siquiera supiste alguna
vez lo que era ser familia.
Al
alzar una ceja y acabar con los dedos, casi indiferente a la viuda
negra, se dice lo mismo que a la hembra que engendró a su actual
húesped: El sabor de la maternidad es soso y repugnante, incluso más
que la esencia de su hermana. Pero hay recuerdos, no necesariamente
de las veces en las que Chrona supo obedecer a la sangre de su
sangre, oscurecida y poderosa a su voluntad. Pequeños cuadros donde
Medusa lo envuelve e incuba con frialdad.
-No
puedo dormir...-le dijo él por ejemplo, antes de ser instruído para
llamarla "su Altísima señora", como debe ser y casi
siempre ha sido. En vez de enfadarse, Medusa le mordió la muñeca y
lo puso a dormir durante días enteros, probando también la
graduación a voluntad de su veneno. No tendría esa bondad afiebrada
con Rachel. Quizás era algo reservado a familiares, después de
todo. Ser herramienta más que ingrediente.
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